Con la reciente aprobación por parte del Congreso de los Diputados de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad, de la mano otra vez de la ministra Narbona, la práctica de la actividad cinegética se está poniendo imposible. No se aclara en el articulado legislado cuáles son las «zonas húmedas» en las que no se puede usar plomo y, por lo tanto, introduce un factor de notable inseguridad con serio perjuicio para los cazadores.
Por si ello fuera poco, la reciente noticia de las presuntas «trampas» utilizadas por el tetracampeón de España de Caza Menor con Perro, en el último campeonato celebrado en Badajoz, nos dejan a los cazadores a los pies de los caballos de nuestros críticos.
Los continuos accidentes (algunos mortales) en monterías, la caza de animales de granja («de bote»), la práctica de algunas modalidades fuera de tiempo y lugar, como por ejemplo la de la «perdiz con reclamo», (¿qué sentido puede tener hoy en día disparar, con todas las ventajas, sobre un macho de perdiz en busca de su hembra en celo?)... Esto es una aberración absoluta.
La Real Federación Española de Caza debe suspender, ya mismo, la celebración de campeonatos competitivos. La caza no es correr tras los animales silvestres para llenar el morral a toda prisa, como sucede en esos campeonatos. La caza no es competición. Es otra cosa bien distinta: es orden, disciplina, respeto por los compañeros. Respeto a la naturaleza, a su fauna y a su flora. Pasar un buen rato con los amigos. Procurar que el resultado final sea escaso en piezas abatidas. Disfrutar de la infinita sensación de libertad frente a la naturaleza que nos proporciona el ejercicio de la actividad cinegética, tan maravillosa como incomparable.
Los anti-caza y los falsos ecologistas están al acecho, y les estamos proporcionando demasiados argumentos positivos para su crítica. Seamos, por tanto, todos los cazadores auténticos, conscientes de cuidar y mimar este maravilloso privilegio en que consiste la caza con toda su carga de emotividad y espiritualidad.
Si persistimos en nuestros errores, y no recuperamos los valores de la autenticidad y de la tradición más noble, lo mejor, quizá, será que colguemos la escopeta para siempre.
Si persistimos en nuestros errores, y no recuperamos los valores de la autenticidad y de la tradición más noble, lo mejor, quizá, será que colguemos la escopeta para siempre.
J. L. Cuenca Aladro
Riaza (Segovia)
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