
A pesar de que desde hace unos años existe una campaña bien orquestada contra la práctica cinegética, las cifras que rodean el negocio venatorio proclaman de forma clarificadora que el ambiente suma más que resta y que crece el número de licencias y de piezas abatidas. Castilla-La Mancha ocupa el primer lugar en los horizontes cazadores, con un volumen económico que rebasa los 300 millones de euros, contando nuestra región con más 180.000 aficionados de los que 60.000 practican la caza mayor.
Es pues una actividad deportiva y de ocio que puede considerarse como una de las más productivas, y que significa para el medio rural la posibilidad de miles de jornales por temporada, a lo que se agrega centenares de puestos de trabajo referentes a la vigilancia y guardería de fincas y cotos.
Con estos datos económicos, confirmados por la Consejería de Medio Ambiente y Desarrollo Rural, no se entiende el porqué de este acoso y derribo por algunos estamentos y asociaciones ecologistas al sector cinegético, que rentabiliza con creces las propuestas camperas en estos menesteres. A pesar de las presiones y las críticas en contra, el cazador es el primer interesado en que existan especies para poder abatirlas y, por supuesto, los dueños de cotos se gastan sus buenos dineros en acomodar lo mejor posible la presencia de ganados y perdices en sus fincas para alcanzar la categoría suficiente que mantiene el prestigio del coto ante los cazadores. Y cuando un año viene mal en relación a condiciones alimentarias para las diferentes especies venatorias, ahí está el bolsillo del propietario para que nada falte a las criaturas salvajes que significan el poderoso imán para que escopetas y rifles se pasen por taquilla.
Nuestra región está a la cabeza del mapa nacional cinegético en cuanto al número de capturas tanto en caza mayor como menor, cobrándose en la temporada pasada 2,5 millones de perdices y 1,5 de conejos, aproximadamente, abatiéndose 34.000 venados y casi igual número de jabalíes, y en la presente temporada las expectativas son mejores al cuidarse y estabilizarse las poblaciones para que sobresalgan en calidad y cantidad.
Conviene pues ir derribando esta campaña negativa nacida de enemigos acérrimos de la actividad cazadora, trasmitiéndose a los indocumentados la realidad económica de lo que supone la presencia de los aficionados en rastrojeras y serranías, que posibilitan un montante de riqueza que si desapareciera crearía la angustia en miles de hogares que tienen en la caza un forma de sustento inmejorable para los fríos meses del invierno, donde los ingresos de muchas localidades rurales decaen al no encontrarse en pleno apogeo las labores agrícolas de estos pueblos. Si tenemos un gran potencial en recursos cinegéticos no hay que desaprovecharlos, digan lo que digan ciertos sectores contrariados por la caza. Pero incordiar, sí lo hacen.